Un tesoro escondido en un recuerdo

Capturó mi atención con la primera mirada, allí estaba…se encontraba sonriendo. Mientras tanto, junto a ella posaba tranquilo un caballero, sus ojos yacían cerrados mientras disfrutaba los segundos que conformaron el precioso momento, ambos, con sus manos, sujetaron aquella piedra preciosa, que marcó el principio del conteo de diamantes y esmeraldas; uno, dos, tres, cuatro, cinco y hasta seis conformaron su gran tesoro.

¿Quién me diera a saber si fue la sonrisa de ella, la que lo llenó de calma? ¿O quizás, la paciencia y tranquilidad de él, lo que hizo que ella desbordara en alegría?

Entre tanto recordé los hechos poderosos de Dios y de su justicia hice memoria; él puso en el hombre hálito de vida, le llenó de favores y de misericordias, forjó y le entregó vaso más frágil moldeada como ayuda ideal. Les dio como mandamiento el amor, el lecho sin mancilla, añadió día a sus días, pues cada mañana les hacía nacer nuevas misericordias.

Entregó como herencia suya a los hijos y como cosa estimada el fruto del vientre, todo lo que hay debajo del cielo a él le pertenece pues, ¿Quién le ha dado a Dios para que él restituya?

Hermosa rosa que has caído al suelo, el viento te arrebató de tu lugar, la semilla echada en tierra lleva fruto y de la tierra brotan sus renuevos. Escondiste las seis piedras en el campo, aquel campo que compraste para ti. ¿Quién sembró la semilla de mostaza? ¿Quién la hará crecer que se convierta en hortaliza?

Aún contemplaba la imagen, aún miraba la foto, sentí que encontré… un tesoro escondido en un recuerdo.  

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