Escapaba una y otra vez al lugar de sus recuerdos.
En ocasiones, el botín eran sonrisas y suspiros espontáneos, y en otros viajes,
un botín de sinsabores que le hacían volar rumbo al presente y aterrizar en
él, sin necesitar tiquete.
Amada, le dijo a su alma;
el sabio aprende de sus errores,
y el entendido discierne entre el bien y el mal.
¿Y qué amada si fuiste agasajada?
¿Y qué si encontraste melodía en el pronunciar de sus palabras?
¿Y qué de ese todo y nada que sientes tuviste a la vez?.
Amada, si decides navegar en tus recuerdos,
visita aquel puerto que se llama perfecta y agradable voluntad.
Recuerda amada, la luz de tan inmenso faro en él.
Pues la bondad del Rey de aquellas tierras; hizo que aquel foco alumbrara e
iluminara tu camino. Dijiste: cada uno de los destellos de esa gran lámpara a
mis pies, fueron rayos de vida que disiparon lentamente las densas
incertidumbres que me cobijaban.
Miraste amada hacía un futuro que no está en tus manos
y liberaste las tuyas esperando recibirlo.
No te abatas amada, ni te turbes, espera en Dios.
Especta amada, lo que pronuncian tus labios:
Porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío.
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